El reciente anuncio del ministro de Fomento sobre la actualización del Plan Director del Aeropuerto de Barcelona ha reforzado la visibilidad de una opción nada realista como es la propuesta de hacer pasar el aeropuerto de Girona por la cuarta pista del Prat.
Parece bastante obvio que no tiene ningún sentido que un aeropuerto tenga una de sus pistas a cien kilómetros de distancia.
Un aeropuerto puede tener una función determinada dentro de un sistema, como podría ser una cierta especialización en algún tipo de tráficos o el servicio prioritario a una determinada zona geográfica. Pero lo que no es normal es alimentar la idea de que sus instalaciones forman parte de otro aeropuerto. Es una propuesta estrambótica que sólo se puede entender en el marco de la política-ficción en la que se desenvuelve cómodamente el ámbito institucional en este país.
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